La búsqueda de un entorno más simple y ordenado ha llevado a una creciente apreciación por el minimalismo en la arquitectura y el diseño de interiores. Este enfoque se basa en el principio de ‘menos es más’, promoviendo espacios que no solo son estéticamente agradables, sino que también fomentan el bienestar psicológico. En un mundo donde la sobrecarga sensorial y el desorden pueden generar ansiedad, el minimalismo se presenta como una respuesta elegida por muchos como un estilo de vida y una declaración arquitectónica.
En Argentina, el minimalismo ha encontrado un terreno fértil en las ciudades más dinámicas, donde el ritmo acelerado de la vida cotidiana crea un deseo subyacente de tranquilidad. Proyectos como las viviendas del arquitecto Esteban Bullrich en Buenos Aires o las intervenciones del colectivo de arquitectos de Mendoza, se centran en la reducción de elementos superfluos y la creación de espacios funcionales que priorizan la luz natural y la ventilación. Según un estudio de la Universidad Nacional de La Plata, los espacios minimalistas en entornos urbanos están relacionados con una disminución de los niveles de estrés y un aumento en la productividad, resaltando el impacto positivo de estos entornos en la salud mental. Asimismo, se ha evidenciado que la organización y simplicidad de los espacios influyen en la claridad mental y la creatividad de los individuos que los habitan.
El minimalismo arquitectónico no solo se trata de reducir el número de objetos, sino también de crear una conexión más profunda con nuestro entorno. Esta filosofía invita a repensar y rediseñar los espacios donde vivimos y trabajamos, promoviendo una vida más consciente y menos cargada. A medida que la tendencia crece, es esencial considerar cómo la psicología del minimalismo puede ser un recurso valioso en el diseño contemporáneo, mejorando no solo la estética de nuestros hogares, sino también nuestro bienestar general. Así, el minimalismo se establece como una corriente que va más allá de lo visual, transformando la manera en que nos relacionamos con el espacio y, por ende, con nosotros mismos.