El fenómeno del envejecimiento poblacional es una realidad ineludible en Argentina, donde se estima que para 2030, más del 20% de la población superará los 65 años. Este cambio demográfico no solo afecta la estructura familiar y la economía, sino que también plantea retos significativos en la planificación urbana. Las ciudades deben evolucionar para convertirse en entornos inclusivos y accesibles, donde los ancianos puedan disfrutar de una vida digna y activa. La arquitectura y el urbanismo juegan un rol crucial en este proceso, ya que la forma en que diseñamos nuestros espacios determina la calidad de vida de nuestros mayores. La planificación territorial debe incorporar estrategias que consideren la movilidad, la conectividad y la accesibilidad, priorizando la seguridad y el bienestar de esta franja etaria.
Las iniciativas en ciudades como Buenos Aires y Mendoza han comenzado a implementar un enfoque centrado en el adulto mayor, con la creación de espacios públicos accesibles y adaptados a sus necesidades. La inclusión de rampas, barandillas y pavimentos antideslizantes se está convirtiendo en una norma en proyectos urbanos. Además, la movilidad es un aspecto prioritario; por ello, se están adaptando sistemas de transporte público para facilitar el acceso de los mayores a diferentes puntos de la ciudad. Sin embargo, es fundamental que estas transformaciones se realicen de manera integral, considerando no solo los espacios físicos, sino también la interacción social y los servicios disponibles. Proyectos de vivienda adaptativa y centros comunitarios que fomenten la participación activa son ejemplos de cómo la planificación territorial puede contribuir a un envejecimiento saludable. Así, la arquitectura no solo construye estructuras, sino que también teje la red social que permitirá a aquellos que envejecen vivir con dignidad y plenitud en nuestras ciudades.