La arquitectura mediterránea, tradicionalmente vinculada a las costas soleadas y a la brisa marina, ha encontrado un nuevo hogar en regiones interiores de Argentina. Este estilo, caracterizado por sus espacios abiertos, techos de tejas rojas, y el uso de materiales naturales como la piedra y la madera, ha comenzado a captar la atención de arquitectos y propietarios en provincias como Mendoza y Córdoba. Este fenómeno se debe a una búsqueda creciente de espacios que evocan una sensación de paz y cercanía con la naturaleza, incluso en áreas alejadas del litoral. En un mundo donde la urbanización avanza implacablemente, esta tendencia representa una respuesta a la necesidad de un estilo de vida más relajado y conectado con el entorno.
El auge de la arquitectura mediterránea en áreas no costeras se traduce en proyectos que incorporan elementos icónicos de este estilo, como patios centrales, ventanas amplias y la integración de jardines que favorecen la vida al aire libre. Según un estudio reciente de la Cámara Argentina de la Construcción, el interés por este estilo ha crecido un 37% en los últimos dos años, especialmente entre las familias jóvenes que buscan un espacio acogedor y sostenible. Proyectos como ‘Casa del Sol’ en la provincia de Mendoza han demostrado cómo se pueden aplicar estos conceptos en un contexto urbano, utilizando técnicas de bioconstrucción y materiales locales. Este movimiento no solo está transformando la estética de las viviendas, sino que también está promoviendo un estilo de vida más saludable, que fomenta la convivencia y el disfrute del entorno natural, alineándose con las tendencias globales de sostenibilidad y bienestar.